Por Sor Adelina
Gurpegui.
Hace unos días leía en
“El Avisador” un buen artículo sobre las pingües pensiones de las personas
mayores que no han aportado (lo que no significa que no han trabajado), para la
jubilación.
Estas pensiones quedan
ridículas con la moda de los “préstamos”. Es increíble ver las colas de abuelos
para solicitarlos, lo peor son los anuncios halagadores y sugerentes en las
casas que los ofrecen. La presión ejercida sobre personas, muchas veces con demencia
senil que no saben lo que hacen, acuciadas otras por problemas financieros de
familiares, cuidadores y otros oportunistas.
Creemos que el tema
merece una seria reflexión e incluso alguien debería tomar medidas. Si las
pensiones son escasas con los préstamos quedan reducidas al mínimo, a veces a
la nada.
Pero, ¿a quién
benefician? No hay duda que los primeros beneficiados son los prestamistas, que
engordan sus arcas con el saqueo de personas indefensas. Los abuelos han sabido
vivir con menos y en estrechez, saben partir un peso en dos. Ellos no las
piden, lastimosamente son los acompañantes, la familia, los nietos, incluso los
hijos y claro ¿Cómo van a negar al nieto el celular último modelo? ¿Cómo no van
a modernizar la casa que con sacrificio han hecho para los hijos? ¿Cómo no
apoyar este viaje que tanto anhela la sobrina? ¿Y la moto? La necesita para el
trabajo.
Todavía más grave y
hablamos sin miedo y con experiencia fundada. Muchas veces, después de
conseguir el préstamo, los abandonan. Esto es cruel y denunciable, pero, ¿quién
lo hará si los encargados de proteger al anciano son los que los han saqueado? ¡Por
favor! Creemos que no solo su pensión es para que viva, sino que deberíamos
ocultarles nuestros problemas y resolverlos como ellos lo han hecho, para que
no se preocupen y sufran más. Tienen suficiente con las limitaciones que
acarrea la edad, los dolores, la soledad natural porque los hijos van saliendo
con su familia. Si no podemos cuidarlos, busquemos quien lo haga con cariño y
respeto, pero antes de despojarlos. Y esto: el cariño y agradecimiento, no
cuestan dinero, siempre se lo podremos seguir prodigando allá donde se
encuentre.
Vamos a ser más
concretas (diremos que se confirma lo dicho con algunos ejemplos). Últimamente
ya son 6 los ancianos que han ingresado con préstamos, aunque en teoría no
debieran admitirse, lo hacemos pensando en ellos, en su situación.
Transcribimos, permiso
de la interesada, uno de los últimos casos, cambiando los nombres y lugares por
otros ficticios.
“A nuestro Hogar de
Ancianos llega, por propia voluntad y acompañada de su hija, Javiera, de 74
años, nacida en campaña donde ha trabajado toda su vida muy duro, haciendo
ladrillos, cargando etc. analfabeta y huérfana desde la infancia.
Según manifiesta la
interesada, hasta hace unos días y desde hace 2 meses y medio, se hallaba
interna en una pensión, donde pagaba, como corresponde, su sueldo y canasta
familiar. A pesar de ello fue obligada a sacar un préstamo de 15.000 pesos que
queda por pagar durante 2 años. Trae sus documentos pero no tiene ningún objeto
personal ni ropa u otros enseres.
Aqueja dolor lumbar e
indica, hecho que queremos denunciar, que durante el tiempo que ha permanecido
en esta pensión ha sido maltratada, vejada, insultada, física y moralmente.
Cerrada en una habitación con 2 hombres, solamente salían al comedor y a un
pequeño pasillo. No permitían las visitas de familiares ni podían salir a la
luz del sol.
La dueña de la pensión,
sustrajo y fotocopió su cédula con intención de sacar préstamo por el total del
sueldo, pero no pudo porque llevó a la abuela para poner la huella (no sabe
escribir) hasta la entidad financiera, pero se negó a hacerlo y a volver a esa
casa. Fue la policía quien la condujo a Comisaría donde fue recogida por un
sobrino, que no teniendo posibilidades de cuidarla, buscó a la hija y
recurrieron al Hogar.
Pero son muchos los que,
incluso en sus casas, se sienten maltratados y explotados.
¿No estaremos todos
implicados en este calvario, si no con la acción, al menos con el silencio?
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