domingo, 24 de febrero de 2019

Dolores de hambre


Un pequeño con desnutrición severa reposa en la cama de un hospital en la ciudad de Maracay, Venezuela. Foto: Yuri Cortez / AFP.


Por Mayra Martínez (*)

“Quien muere de hambre, muere asesinado”.
(Alberto Morlachetti).

Dolor de estómago, baja de energía, mal genio; es probable que estés hambriento, en cuyo caso -y en la mayoría de ellos- basta con ir a la heladera y tomar algún alimento que calme al protestante estómago. Hay quienes tienen esos mismos síntomas y no pueden recurrir a la heladera por saberla vacía, por saberla como dicen en mi país como “la Plaza Bolívar”, dígase solo con luz y agua.

Esa sensación que punza desde lo más profundo, que muerde las entrañas generando dolor y ante la que “los” que no tienen  “… por sorber algo, sorben el viento”, se llama hambre: necesidad -natural- de comer, que hoy, entre tantas otras no puede satisfacer  el venezolano. 

El informe anual de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), presentado en septiembre de 2018 señala que Venezuela es uno de los  dos países de América Latina en los que aumenta el hambre; 3,7 millones de venezolanos están subalimentados, lo que representa aproximadamente el 12% de la población, esto sumado a la falta de medicamentos e insumos hospitalarios.

En la encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2017, se desvela que la pobreza extrema aumentó en el país de 23,6 a 61,2 % en solo cuatro años. El 80 % de los hogares presenta inseguridad alimentaria, el 8,2 millones de venezolanos ingieren dos o menos comidas al día. Durante 2017, la población perdió, en promedio, 11 kilos como consecuencia de la severa escasez de alimentos y la hiperinflación rampante, que el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe de perspectivas económicas globales prevé sea este 2019 de 10.000.000%.

El mundo hoy reconoce nuestra tragedia, y en actos propios de humanidad ha enviado alimentos, medicina, suplementos, insumos, para de alguna manera empezar a paliar la emergencia que nos consume, Nicolás en un acto propio, del deshumanizado dictador que es, coloca barreras físicas al ingreso de esta ayuda y de nuevo condena a muerte a miles de venezolanos para quienes esta ayuda representa la última esperanza de vida.

Venezuela, la de la mayor reserva petrolera comprobada en el mundo, hoy ve morir a sus niños y enfermos frente a la mirada inclemente del tirano Nicolás, quien, habiendo creado este dantesco escenario, sigue violentando el derecho humano a alimentación y la salud al tratar de impedir el ingreso de la ayuda humanitaria al país. Hoy los que mueren por hambre o falta de insumos médicos, no fallecen, Nicolás los asesina.


(*) Mayra Martínez es ciudadana venezolana, doctora en Derecho y magíster en Educación. Reside y trabaja en Uruguay.

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