lunes, 4 de febrero de 2019

El infame fraude que hizo renacer a Venezuela


Imagen ilustrativa.


Por Mayra Martínez (*)

Lunes 4 de febrero de 2019. – Fraude, palabra que viene del latín fraus, fraudis (engaño, daño derivado de un engaño en la lengua jurídica). Los latinos relacionaban este vocablo con el adverbio latino frustra (en vano, inútilmente) que también género en latin el verbo frustrare y el sustantivo frustratio, de aquí frustrar y frustración. Julius Pokorny estudioso de las lenguas celtas, asocia ambas palabras a una raíz indoeuropea, vinculada, tanto en sus derivados sánscritos como latinos a la idea de arruinar por engaño; esto, justamente fue lo que hizo Nicolás Maduro el 20 de mayo de 2018 en Venezuela, un fraude electoral. Se preguntarán ustedes ¿y por qué fraude? Sí hubo elecciones y él ganó... Dijese hace algunos siglos Ferdinando Galiani, “Los hombres son naturalmente propensos a creer virtuosos a sus semejantes; esto es precisamente lo que da tanta ventaja a los impostores y a los estafadores”.

El 6 de diciembre del 2015 los venezolanos salimos a ejercer nuestro derecho al voto en las elecciones parlamentarias y de manera abrumadora le dimos la victoria a la Mesa de la Unidad Democrática; se ganaron 112 diputados de los 167 que integran a la asamblea, en un evento que contó con la participación de 13.747.450 venezolanos. Con el 64,7% de los votos, dejo de ser el Poder Legislativo “Rojo Rojito” como lo denominaba el presidente anterior y segundo en el Poder político venezolano Diosdado Cabello.

A pesar de haber reconocido formalmente los resultados emitidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE), el entonces presidente Nicolás Maduro denunció a los pocos días un supuesto “fraude”, aseguraba tener pruebas y evidencias de irregularidades que viciaban a la elección de nulidad e instó al CNE a investigar lo presuntos hechos; investigación que 4 años después aún sigue en curso y que pese al impulso procesal de los diputados no ha tenido sentencia; empero le sirvió al primer mandatario, repito, para ese momento, como argumento para declarar a la Asamblea Nacional electa con una participación histórica de 74,17% del padrón electoral en desacato; figura de sanción que se aplica a una persona que no cumpla con un mandato judicial, y que implica una sanción personalísima que versa sobre una persona natural de manera concreta y no sobre una persona jurídica o cuerpo colegiado como lo es la Asamblea; para poder aplicar dicha sanción personal, se debe juzgar la individualidad de los actos que realiza la persona, lo que jamás implicaría la inhabilitación sui generis de todo el cuerpo legislativo y el impedimento del cumplimiento de sus funciones constitucionales;  pues bien, poco importó el criterio Jurídico a Nicolás Maduro, quien persistió en  el supuesto desacato e inhabilitó dejando sin efecto cualquier acto que realizara  la Asamblea Nacional.

¿Y qué tienen que ver estos hechos, con la asunción de Juan Guaidó a la primera magistratura del país? Se dirán ustedes estimados lectores en este momento; es este, el preludio del fraude de mayo de 2018. Todo se inició cuando Maduro arruinó por engaño al poder legislativo y comenzó a fraguar en contra del pueblo de Venezuela y sus instituciones el más grande de todos los fraudes que hasta ese momento había cometido; desconoció por completo la voluntad del pueblo venezolano expresada en 2015, y en marzo de 2017, con una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, en la que este órgano se adjudicó las potestades de la Asamblea Nacional, intentó disolver al parlamento, lo que provocó una ola de protestas en el país, que duraron más de tres meses y dejaron un saldo de 131 asesinados a manos de los cuerpos de seguridad.

Ante la resistencia del pueblo a perder el único órgano democrático y  legítimamente electo que queda en el país, Maduro vía  decreto convocó a unas elecciones para la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente; aquí el punto neurálgico de este asunto, fue esta espuria ANC, la que despojó de todas sus potestades a la Asamblea Nacional y se erigió como único poder en capacidad de legislar en país,  y a su vez la que convocó a elecciones para el año 2018; no conforme con ser un órgano incompetente para hacer tal llamado, solicitó a su vez, el adelanto de los comicios para el periodo (2019-2025), mismos que debían celebrarse en el 2018 pero en diciembre, no en mayo.

Tras la solicitud de la ANC, el CNE de mayoría Oficialista, y el que valga la aclaratoria está presidido por Tibisay Lucena Ramírez una socióloga abiertamente militante del partido oficialista y quien ostenta el cargo desde el año 2006, es decir, desde hace 17 años, casi toda la era chavista. Adelantó los comicios. Además de que el CNE adelantó las elecciones, las mismas autoridades impusieron a inicios del año 2018 un proceso de reinscripción de los partidos políticos, donde apelando a artilugios propios de regímenes  no democráticos, ilegalizaron a los principales partidos de la Mesa de la Unidad Democrática; dígase Primero Justicia y Voluntad Popular, en consecuencia, no podían presentarse en la contienda, esto, sin mencionar que los primordiales líderes de la oposición se encuentran políticamente inhabilitados y los que no presos.

Esta estructura fraudulenta llevó, a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) a no participar y a denunciarlas ante la comunidad internacional; las denuncias de la oposición hicieron que la comunidad internacional comenzara a pronunciarse.

El 23 de marzo, la ONU informó que no ofrecerían asistencia de observación electoral para las elecciones del 20 de mayo y unas semanas después el OHCHR, Zeid Ra'ad Al Hussein, señaló que el país sudamericano no reunía "las mínimas condiciones" para celebrar los comicios.

La UE y muchos de sus aliados también se negaron a enviar una misión de observación electoral y pidieron postergar las elecciones. Federica Mogherini, jefa de la diplomacia de la UE, dijo “no hubo ningún acuerdo sobre el calendario electoral y el proceso actual no garantiza transparencia ni elecciones creíbles con la participación de todos los partidos políticos de una forma igualitaria y sin obstáculos".

En esta opacidad, con la comunidad internacional señalando que no reconocería estas elecciones como auténticas, sin garantías constitucionales, sin observación internacional independiente e imparcial, sin candidatos de la coalición opositora, y con Smartmatic, la compañía de máquinas electorales que participó en la mayoría de las elecciones durante el chavismo, declarando que no podían garantizar la validez de los resultados electorales mediante sus máquinas, se “celebraron” (nada más alejado de una celebración) unas elecciones donde de el único candidato fue Maduro; porque Henri Falcón quien se presentó en la contienda, fue un candidato escogido por el mismo Maduro.

El 21 de mayo; los resultados como práctica consuetudinaria el CNE suele darlos entrada la madrugada del día siguiente, fue declarado triunfador ¿Adivinen ustedes quién? Nicolás Maduro; de esta forma se consumó el fraude y se dejó a un pueblo sometido a un gobierno de facto, sin legitimidad de origen.

El pasado 10 de enero de 2019 el ex mandatario fue inconstitucionalmente juramentado como presidente de la república por el TSJ; órgano dicho sea de paso, cuyo jueces fueron designados por el mismo Maduro, sin cumplir con los requerimiento de ley necesarios para el cargo, he de hacer un inciso en este punto, tanto no cumplen con los extremos de ley estos abogados, que por mencionar una de las tantas irregularidades de los nombramiento, es de señalar que el presidente de lo que otrora fuese un magno órgano del poder público nacional, es el ciudadano Maikel Moreno, ex convicto acusado de haber asesinado a una mujer en el Estado de Bolívar (sur de Venezuela) en 1987, época en la que trabajaba como oficial de la policía política venezolana, delito por el que purgó dos años de prisión; en  1989, tras obtener un beneficio procesal y reincorporarse al cuerpo policial, Moreno fue relacionado con el homicidio de Rubén Gil Márquez, sucedido durante una balacera en Caracas. Esta vez aunque no fue hallado culpable, fue retirado de su cargo como oficial. Y si, fue este ciudadano de reputación por decir lo menos, dudosa, y militante del chavismo desde 1999 quien juramentara a Maduro para el nuevo periodo presidencial, un ilegítimo, juramentando a otro ilegítimo, ambos, ocupando cargos productos de procesos fraudulento.

La ilegitimidad de origen del ex mandatario, el rechazo de los gobiernos demócratas del mundo, creó un vacío en la presidencia de la nación; vacío al que la constitución de la República  le tiene una respuesta, el artículo 233 de la que establece que cuando se produzca la falta absoluta del presidente, se encargará de la presidencia de la  República el presidente de la Asamblea Nacional hasta que se convoquen nuevas elecciones; de esta manera es como Juan Guiado en su carácter de  presidente de la Asamblea Nacional y como se lo ordena la constitución asumió el pasado 23 de Enero el cargo de presidente interino de la nación. Guaidó no se arrogó el cargo de presidente ¡NO! Guaidó cumplió honrosamente con lo que la ley le ordenaba, y lo hizo en total consonancia con los acuerdos parlamentarios del 15 y 22 de enero en los que se declaró a Maduro Usurpador del cargo y se facultó a Guaidó a ejercer como presidente.

El periodo para el cual fue electo Maduro tuvo su término el 9 de enero a las 00 horas, el 10 de enero debió juramentarse un presidente constitucionalmente electo, uno, que hubiese sido favorecido por los votos del pueblo en el marco de elecciones, libres, universales y transparentes; como este escenario no se dio, el 23 de enero en un diáfano, legal y emotivo acto Juan Guaidó fue proclamado por los venezolanos como nuestro legítimo y único presidente. Sin fraudes, sin artilugios, sin la intención de arruinar, y bajo el amparo de nuestra constitución se convirtió en el presidente número 59 de la República de Venezuela.


(*) Mayra Martínez es ciudadana venezolana, doctora en Derecho y magíster en Educación. Reside y trabaja en Uruguay.


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